🩸🔪Andrés Ulises Castillo Villarreal: El Descuartizador de Chihuahua 2e2w5a

Las calles de la Colonia Desarrollo Urbano, en Chihuahua, México, se sumían en un silencio inquietante al caer la noche. Era 2015, y en esta ciudad fronteriza, marcada por la violencia y la descomposición social, un depredador acechaba en las sombras de casas abandonadas. El olor a polvo y podredumbre impregnaba el aire, mientras un hombre de mirada vacía recorría los callejones, cargando una carretilla que escondía secretos macabros.

Su nombre era Andrés Ulises Castillo Villarreal, un albañil de 35 años que transformó su trauma en una furia asesina. Con promesas de drogas, atraía a sus víctimas a su guarida, donde las golpeaba, las violaba y las descuartizaba con una segueta pintada de verde para ocultar la sangre. Hoy, en La Criminoteca, desentrañamos la historia del El Descuartizador de Chihuahua, un asesino en serie que dejó un rastro de horror entre 2009 y 2015. ¿Estás preparado? Comenzamos. Andrés Ulises Castillo Villarreal, alias El Descuartizador de Chihuahua o El Cholo. Clasificación, asesino en serie.

Características, violador homosexual, descuartizamiento de víctimas, uso de engaños con drogas para atraerlas. Número de víctimas, 3 confirmadas, posiblemente hasta 12 o más. Fechas de los crímenes, entre 2009 y 2015. Fecha de detención, 4 de enero de 2016. Fecha de nacimiento, 1980, 35 años al momento de su detención. Víctimas, Lorenzo Ernesto Olivas Berríos, Daniel Alfonso Rodríguez Morales, Fernando Valles Gandarilla, entre otros hombres no identificados. Método del crimen, golpes con un objeto contundente, seguido de violación y descuartizamiento con una segueta.

Lugar, colonia Desarrollo Urbano, Chihuahua, México. Estado legal, en prisión, vinculado a proceso, a la espera de ser juzgado. Podría enfrentar hasta 100 años de cárcel. Chihuahua, una ciudad marcada por la violencia. En la primera década del siglo XXI, Chihuahua, México, era una ciudad fronteriza donde la violencia y la descomposición social se habían convertido en parte del paisaje cotidiano. La guerra contra el narcotráfico, que alcanzó su punto álgido entre 2006 y 2012, dejó un saldo de miles de muertos y desaparecidos, especialmente en el estado de Chihuahua, uno de los más afectados por los cárteles.

En este contexto de inseguridad, la colonia Desarrollo Urbano, al sur de la capital, se convirtió en un refugio para el crimen. Casas abandonadas, calles mal iluminadas y una población vulnerable crearon el escenario perfecto para que un depredador como Andrés Ulises Castillo Villarreal operara durante años sin ser detectado. Andrés, nacido en 1980, tenía 35 años cuando fue detenido en 2016. Era un albañil de apariencia común, un hombre que pasaba desapercibido en su comunidad.

Sin embargo, tras su fachada de trabajador humilde se escondía un pasado traumático que, según él mismo confesó, marcó su vida. Durante su infancia, sufrió abusos sexuales por parte de un agresor que, tras violarlo, le regalaba pequeños carros de juguete. Este detalle, que podría parecer insignificante, se convertiría en la firma de sus crímenes. Un eco de su dolor que dejaba junto a los cuerpos de sus víctimas.

La Fiscalía General del Estado, FGE, de Chihuahua, liderada por el fiscal Jorge González Nicolás, señaló que este trauma podría ser un detonante de su comportamiento. Aunque expertos como el psicólogo criminalista Jorge Jiménez advirtieron que el abuso infantil, por sí solo, no explica ni justifica su evolución hacia un asesino en serie. Otros factores, como el consumo de drogas y un deterioro mental progresivo, también jugaron un papel clave.

Los primeros crímenes, un patrón de brutalidad, 2009-2014. Andrés Ulises Castillo Villarreal comenzó su rastro de sangre en 2009, aunque las autoridades no lo vincularían a estos crímenes hasta mucho después. Su modus operandi era el de un asesino trampero. Un término usado en criminología para describir a un asesino.