La primera imagen: de la prehistoria a Instagram | Pausa, episodio 115 415um

23/04/2025

Esta semana vamos a hacer una de esas Pausas en las que viajamos al pasado. Un pasado muy muy...

Esta semana vamos a hacer una de esas Pausas en las que viajamos al pasado. Un pasado muy muy remoto que empieza en una cueva. Lo mismo hablaremos de la Dama de Elche que de Instagram ¿En qué pensamos al pensar en artistas prehistóricos? ¿Quiénes, y para qué, crearon esas primeras imágenes? ¿Qué creíamos saber de esa época y ha resultado ser falso? Marta García Aller se pone prehistórica con Júlia Lull, historiadora del arte y profesora de la Universidad Pompeu Fabra. Date de alta en la newsletter de Pausa: https://www.elconfidencial.com/newsletter/. GRATIS EN ENERFIP: https://es.enerfip.eu/inversor/conectarse/

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Desde tiempos inmemoriales —bueno, desde hacía unos cuantos milenios—, los humanos habían estado pintando en las paredes de las cuevas. Bisontes, ciervos, mamuts, caballos… y muchas, muchísimas manos. Pero si uno observa con atención las cuevas de Chauvet, Altamira o Lascaux, hay algo que brilla por su ausencia: ¡el hombre prehistórico! Sí, señoras y señores (bueno, solo señores, porque las señoras estaban demasiado ocupadas dirigiendo la comunidad y pintando bisontes): el macho paleolítico no aparece representado en casi ninguna parte. Nada de torsos musculosos, ni lanzas heroicas, ni siquiera una triste silueta corriendo tras un reno con cara de “¡la cena se escapa!”. Y así fue como surgió el Movimiento de Reivindicación Masculina del Paleolítico (MRMP), cuyo primer manifiesto, tallado en piedra —literalmente—, rezaba: “Si pintamos caballos, ¿por qué no pintarnos a nosotros domándolos? ¿Acaso no tenemos también un lado artístico, espiritual y estéticamente representable? ¿Dónde está nuestro lugar en la cueva?” El Comité de Decoración de la Cueva La verdad, estimado lector, es que la decoración interior de las cuevas estaba completamente dominada por las chamanas de la tribu. Ellas decidían qué se pintaba, dónde y con qué pigmento. El estilo, el encuadre y la narrativa visual. A los hombres les tocaba el papel de: “ve por ocre”, “no te comas el carbón vegetal que es para sombrear”, o “ponte ahí que quiero calcar tu mano como símbolo genérico de la humanidad, sin especificar género, claro”. Y sí, se calcula que muchas de esas manos eran femeninas, cosa que a nuestros olvidados amigos del MRMP les dolía profundamente. “¡Es que ni siquiera nuestras manos son representadas!” gritaban, entre sollozos y crujidos de huesos. El gran malentendido del bisonte heroico Durante siglos —perdón, milenios— se pensó que aquellas escenas de caza eran un tributo a los grandes cazadores. Pero más recientes análisis indican que las pinturas no tenían tanto que ver con la gloria masculina como con rituales mágicos, ciclos de fertilidad o incluso decoración sin propósito práctico. El mensaje implícito era claro: “Tú eres prescindible. El bisonte es lo que importa.” Los del MRMP, armados con sus rudimentarias herramientas de hueso y su autoestima fracturada, intentaron revertir esta narrativa. Probaron a pintar autorretratos, pero eran malos con los trazos. Lo suyo era más la caza que el carboncillo. El resultado era una serie de figuras con proporciones lamentables que luego las artistas de la cueva borraban con elegancia, alegando: “Eso no va con la paleta cromática que hemos elegido este equinoccio”. Homo decoratus: el gran olvidado Algunos antropólogos modernos han intentado redimir la figura del hombre paleolítico en el arte. “Quizás estaban demasiado ocupados con tareas peligrosas como cazar rinocerontes lanudos”, dicen. “Quizás no les importaba la representación simbólica, sino la supervivencia concreta.” Pero los paleó-hombres del MRMP no lo veían así. Ellos querían algo más. Querían sentirse vistos, aunque fuera en una esquina de la cueva, junto a un ciervo y un par de manos. Querían, al menos, un boceto. Un garabato. Un “este eres tú, Ognuk, con cara de sorpresa al ver fuego por primera vez”. Nada. La invisibilización era total. Intentos fallidos de hacerse notar Hay documentos arqueológicos poco conocidos —bueno, realmente son unas piedras con garabatos, pero vamos a llamarlos “documentos”— que muestran los esfuerzos desesperados de algunos hombres por dejar su huella artística: La primera escultura de un torso masculino, hecha con barro y palitos, fue destruida accidentalmente por un grupo de niños que la confundieron con un juguete del bosque. Una obra de teatro sobre la angustia existencial del cazador solitario, representada en la entrada de la cueva, fue interrumpida por una nevada súbita y un oso con muy mala leche. Un mural colaborativo con escena de guerra tribal fue cancelado por considerarse “demasiado violento, poco espiritual y cero sostenible”. La crítica artística era implacable. “Demasiado testosterónico”, decían. “¿Dónde está la conexión con el ciclo lunar?”, preguntaban. Las Venus: la gota que colmó la vasija Y por si fuera poco, las únicas figuras humanas que sí aparecen representadas con frecuencia en el arte paleolítico son las famosísimas Venus: esculturas femeninas con exuberantes curvas, senos prominentes y caderas generosas. “¡Esto ya es discriminación!” gritaban los del MRMP. “¡Ni una sola figura masculina de piedra! ¡Ni un solo pene ritual! ¡Ni siquiera un torso sin contexto!” (Nota: sí hay algunas representaciones fálicas en el arte paleolítico, pero suelen estar más cerca de grafitis de baño público que de monumentos escultóricos.) Uno de los líderes del MRMP, un tal Krog, propuso esculpir una “Venus de la masculinidad rotunda”, pero la pieza terminó pareciendo un nabo triste y fue rápidamente abandonada. La invisibilización hoy: ¿hemos aprendido algo? Hoy, decenas de miles de años después, el legado del hombre prehistórico como artista olvidado continúa. Aunque ahora tenemos museos, documentales y hasta camisetas con bisontes de Altamira, nadie recuerda a Krog, ni a Ognuk, ni al pobre Lorp que se manchó entero de ocre intentando pintar su propia figura y solo consiguió que lo confundieran con un espíritu del bosque. ¿Es esta una metáfora de algo? Probablemente no. Pero nos deja una enseñanza valiosa: incluso en las eras más primitivas, la lucha por la representación existía. Y aunque el arte no recogiera los músculos, frustraciones y sueños de los varones del Paleolítico, al menos nos deja una verdad rotunda: Ellos lo intentaron. Con palos, con barro, con lágrimas y ceniza. Y si no los ves en las cuevas… bueno, quizás no miraste lo suficiente en la esquina derecha, justo al lado del bisonte mal dibujado y la huella de una sandalia de piedra. Lun, 09/06/25 12:22 Responder Muchas gracias por el capítulo, es interesante. Hay algunos momentos de contorsionismo de la entrevistada para poder ajustar la historia a su ideología, pero bueno, como en otros tantos sitios. Encima de que es gratis, no me voy a quejar! Vie, 09/05/25 19:24 Responder Qué aburrido este capítulo. Lo he dejado a los 15 minutos. Jue, 08/05/25 16:51 Responder Qué gusto de capítulo 🤩 Es un gustazo escuchar a gente que sabe de lo que habla y tiene una visión tan propia y tan bien argumentada. ¡Vivan las excursiones de Pausa! Lun, 05/05/25 09:38 Responder os ha faltado lo de todes. Sois un peñazo/ peñazaEn fin, hasta nunca ... Lun, 28/04/25 01:04 Responder Me ha durado 5 minutos el podcast de hoy ..que aburrimiento politizar tanto la historia o el arte ..hablar de violencia sufrida por Blanchard es lamentable . Sáb, 26/04/25 17:16 Responder 39475t