Rosa, Sometida y torturada p6. SM 1a750

Gracias por estar en sintonía, si aún no estás suscrito te invito a hacerlo y no te pierdas ninguno de nuestros episodios. Ahora así comencemos. Rosa, sometida y torturada parte 6.

Continuación de mis desdichas en manos de mi secuestrador.

Podía sentir como un sudor frío recorría mi espalda. Lo que sentía no era miedo, era mucho más que miedo al ver en la pantalla del teléfono cómo se me veía entrar en el despacho de don Gustavo y me sentaba delante del ordenador. No había pensado que podía haber una cámara oculta que delatara mi entrada en el despacho y mi manipulación del ordenador.

Estaba segura de que mi acción no iba a quedar impune y el castigo podía ser ejemplar, para ejemplo y escarmiento de otras esclavas sexuales. Lo mismo que había presenciado en el video con la desdichada Cristina. La sonrisa demoníacamente fría y su centelleante mirada no presagiaba nada bueno para mí. Puta zorra, has intentado seducirme cuando instantes antes has estado traicionándome, espiando en mi ordenador. Dime que te mereces como castigo ejemplar. Por mucho menos de eso he hecho desollar a putas como tú y cuando ya no me eran útiles las he hecho desaparecer sin dejar rastro, no sin antes haber disfrutado con sus gritos de agonía. No te puedes imaginar ni remotamente el dolor que se puede sentir al arrancar la piel, para dejar partes sensibles de tu cuerpo sangrando y echar sal con vinagre para aumentar el dolor o bien alcohol, para escuchar tus gritos de agonía.

Esas tetas, de las que te sientes tan orgullosa, puede que te arrepientas de tenerlas, aunque no te van a durar mucho, ya que después de arrancarte la piel de ellas y hacerte sufrir lo inimaginable, te las pienso cortar. Yo escuchaba sus amenazas, sabiendo que era una premonición de lo que me iban a hacer y me lo estaba contando, para aumentar mi tortura psicológica. Don Gustavo, yo nunca le he traicionado, porque no ha contado jamás con mi confianza y estoy en todo mi derecho de intentar escapar. Sí, he intentado conectar con alguien que pudiera ayudarme a escapar de una situación que no he deseado. Sólo la falta de una conexión es lo que me ha impedido conseguirlo.

Pueden hacer conmigo lo que desee, pero tenga la certeza de que intentaré escapar cada vez que tenga ocasión, a no ser que cambie de plan y acepte mi oferta de comprar mi libertad. Zorra, eres una puta rebelde y a las zorras como tú sólo se les puede sacar beneficio de dos maneras. Montando un espectáculo, donde se pugen fortunas por ver cómo se te tortura o bien encontrando a alguien dispuesto a pagar por ti y llevarte lejos, donde no puedas representar un riesgo para mí. Después de lo que has hecho, vas a servir de distracción en uno de mis espectáculos, torturándote a conciencia y que sirvas de ejemplo a otras como tú. Deseo ver sangrar esos bonitos pechos y deleitarme con tus gritos de extremo dolor.

Voy a pedir al jeque tal cantidad de dinero por ti, que estoy seguro de que no va a aceptar y así poder sacar el beneficio con tu tortura y venta de las grabaciones que haga de tu martirio. Ahora podía comprender el motivo de las imágenes del ordenador y por qué estaban tan bien editadas, con todo tipo de detalles. Las caras tapadas de los verdugos y las vistas desde varios ángulos de las pobres desdichadas a las que torturaban. No me cabía duda de que las debían vender para exhibirlas en salas privadas de BDSM. Ven aquí, puta. Me dijo cogiéndome fuerte de un pezón y estirando sin miramientos. Ahora quiero ver cómo satisfaces a mi guardaespaldas mientras lo grabo con el teléfono. Tengo que sacar la mayor cantidad de imágenes tuyas, ahora que aún estás bien. No pienses que va a ser agradable para ti.

Remo tiene instrucciones de sacar el mayor partido de sus actuaciones y deleitarme con unas imágenes muy excitantes para mí, aunque no creo que sea muy agradable para ti. De un tirón me bajó el vestido hasta los tobillos y haciendo un gesto a su guardaespaldas se retiró con el teléfono en las manos, para no perderse detalle.

Remo no se hizo esperar y conocía perfectamente lo que su jefe deseaba, ya que en contra de lo que yo esperaba, que era que me abrazara y me violara, no fue eso lo que hizo. Cuando se acercó, su primer saludo fue darme un bofetón en la cara, que casi me tira al suelo. Zorra, pon las manos unidas en la nuca y no se te ocurra bajarlas, porque empezaría de nuevo desde el saludo que te acabo de dar. Su siguiente maniobra fue darme un