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Voces en la oscuridad
1 HORA HISTORIAS DE TERROR con Tormenta para Dormir: Relatos Oscuros en la Carretera

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1/6/2025 · 01:02:54
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Voces en la oscuridad

Descripción de 1 HORA HISTORIAS DE TERROR con Tormenta para Dormir: Relatos Oscuros en la Carretera 311e4y

Sumérgete en un mundo de terror con este recopilatorio de Historias de Terror en la Carretera. Perfecto para escuchar de noche, con el ambiente oscuro y misterioso de carreteras solitarias, acompañadas del sonido relajante de la tormenta que te envolverá en una atmósfera escalofriante. Estas narraciones, contadas en primera persona, te llevarán a vivir relatos llenos de suspense, miedo y lo sobrenatural mientras recorres caminos oscuros, vacíos y desolados. Este video de una hora está diseñado especialmente para dormir escuchando historias de terror, proporcionando una experiencia única que mezcla miedo, relajación y suspenso. Las carreteras son el escenario de relatos inquietantes que mantendrán tus sentidos alerta mientras las tormentas rugen de fondo, creando el ambiente perfecto para una noche de terror. Con el sonido de la lluvia y el viento, podrás disfrutar de una experiencia inmersiva que te hará sentir como si realmente estuvieras recorriendo caminos oscuros y desolados. Este contenido es ideal para aquellos que buscan historias de terror con una atmósfera intensa, pero que también desean encontrar un toque de calma en la tormenta. Si te gustan los relatos escalofriantes de carreteras solitarias, los sonidos de tormenta, y las historias sobrenaturales que te hacen pensar mientras intentas dormir, este es el video perfecto para ti. Relájate, cierra los ojos, y deja que las sombras de la carretera te lleven hacia un sueño lleno de misterio y escalofríos. Si eres amante de los relatos de terror nocturnos, los sonidos relajantes de la lluvia y el viento, o simplemente deseas sumergirte en una atmósfera aterradora mientras intentas descansar, este video es justo lo que necesitas. Perfecto para ponerlo como fondo antes de dormir y dejarte envolver por el ambiente tenso y espeluznante que solo una carretera solitaria y una tormenta pueden crear. No olvides suscribirte para más historias aterradoras, y activa la campanita para no perderte ninguna de nuestras historias de terror. 305t3f

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Siempre me ha gustado conducir de noche. Hay algo en el silencio de la carretera, en la forma en que las luces del coche cortan la oscuridad, que me hace sentir desconectado del mundo. Esa noche no era diferente. Volvía de una reunión tarde, y elegí el camino secundario entre dos pueblos por costumbre, no por lógica. Recuerdo que pasaban de las dos de la madrugada cuando lo vi.

Justo después de cruzar el cartel oxidado que marcaba el kilómetro 77, había alguien parado al borde del arcen. Al principio pensé que era un animal, pero al acercarme me di cuenta de que era un hombre. Estaba completamente quieto, con los brazos colgando, mirando hacia el vacío de la carretera. Frené. No sé por qué lo hice.

Tal vez por inercia, tal vez por esa parte humana que aún me queda. Me pidió que lo llevara. Su voz era baja, sin emoción, como si hablar le costara. No parecía herido, ni borracho. Solo, vacío.

Subió al coche sin decir más, y durante varios minutos condujimos en completo silencio. Él no me miraba, no se movía, ni siquiera parecía respirar con fuerza. Su presencia llenaba el espacio de una manera incómoda, como si el aire se volviera más denso a su alrededor. Me dijo que estaba volviendo. Le pregunté adónde, y simplemente dijo que al lugar donde todo había pasado. La frase quedó flotando, pesada, sin contexto. No quise insistir. Algo en mí sabía que no quería conocer la historia. Unos kilómetros más adelante, me indicó una curva. Me pidió que parara ahí.

Lo hice. A un lado del camino, medio oculto por la maleza, había un coche volcado. Era un modelo antiguo, abandonado, cubierto de óxido y ramas. Estaba tan destrozado que costaba imaginar que alguna vez alguien lo hubiera conducido. Volté para decirle algo, pero el asiento del copiloto estaba vacío. No escuché la puerta. No sentí el coche moverse. Él simplemente ya no estaba. Salí del coche. Caminé hacia el vehículo abandonado. Entre los restos encontré lo que parecía un permiso de conducir. La foto estaba borrosa, pero era él. Era el hombre al que acababa de recoger.

El documento estaba fechado en los años 90. También tenía una fecha de defunción. Coincidía. Conduje hasta el primer pueblo sin mirar el retrovisor, con los dedos marcados en el volante de tanto apretar. Al llegar, lo conté. No buscaba respuestas, sólo necesitaba decirlo en voz alta. El camarero del bar apenas alzó una ceja. Me dijo que no era el primero. Según él, el del kilómetro 77 aparece cada cierto tiempo. Siempre está volviendo. Siempre necesita que alguien lo acerque hasta donde todo acabó. Y después, se va. Desde esa noche, nunca más conduje de madrugada.

Y si alguna vez te encuentras solo en la carretera y ves a alguien de pie en el arcén, justo en el kilómetro 77, sigue de largo. Porque hay cosas que no deberían volver. En la carretera, la oscuridad no sólo te rodea. Te observa. Me llamo Andrés. Soy transportista freelance. Trabajo solo. Recojo encargos que nadie quiere. Entregas urgentes, trayectos largos, rutas poco transitadas. Supongo que me acostumbré a vivir al margen. Así que cuando me ofrecieron un porte desde Guadalajara a un pueblo del norte de Soria, acepté sin pensarlo. El dinero era bueno y necesitaba desconectar de la ciudad.

Nunca me ha gustado conducir de noche. No por miedo, sino por respeto. En la oscuridad, uno pierde la referencia de todo. Las sombras engañan, los sentidos se distorsionan, y lo que en el día parece normal, en la noche se convierte en algo que observa desde la cuneta. Era un viernes. La idea era salir a las 10 de la noche, cruzar una zona boscosa entre caminos comarcales y llegar al destino sobre las 3 o 4 de la mañana.

El GPS indicaba una ruta más corta que atravesaba un tramo de bosque. Se llamaba la C-112, una carretera sin arcenes, de curvas suaves, rodeada de pinos. Había escuchado a otros camioneros referirse a ese tramo como la dormida, por lo monótona y desierta que era. Pero también por otra razón, según ellos, algo te hacía sentir adormilado si pasabas por allí después de medianoche. Yo no creo en supersticiones. Pero reconozco que algo empezó a sentirse bien.

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