[48] "EL REINADO DE LA OSCURIDAD" Warhammer El Fin de Los Tiempos 4u5k14

Una negra oscuridad había caído sobre los enanos de Caracocho Picos.

Después de agotadoras semanas de desesperada lucha de túneles, los Skaven habían empujado a los enanos, de nuevo, a su último bastión.

El resto de la ciudadela había caído en garras enemigas, salvo el último refugio del Salón de los Pilares de Hierro. Allí los enanos habían derrumbado muchos túneles y cerrado las puertas a Calicanto. Menos de 200 defensores aún podían resistir y manejar sus hachas. En lugar de intentar defender las diversas entradas, los enanos formaban en un cuadrado en medio de la cavernosa sala.

Entre esta resuelta hermandad de hierro estaba el rey Belegar. No pronunció palabras de aliento ni pronunció discursos. Los brazos estaban entrelazados en silencio, una ceremonia solemne para un pueblo sombrío. Pocas horas antes, el rey había enviado a todos los que intentaban salir de Caracocho Picos.

El sendero de escape era un estrecho túnel que caía directamente muchos miles de pies. Después de descender por interminables peldaños de hierro, el pasillo claustrofóbico se arrastraba millas al sur antes de conducir de nuevo a una escotilla secreta, enterrada bajo los escombros de la superficie. Solo tres docenas de enanos habían decidido irse.

Varios de ellos no habían salido voluntariamente, sino por órdenes del rey. Estos desafortunados protestaron, pero no podían negar una orden directa de su señor. Eran poco más que barbanuevas, los más jóvenes del clan Angrun. Si el grupo tuviera suerte y los túneles no fueran descubiertos, llegarían a la superficie entre las montañas. Sería un viaje difícil fuera del círculo cerrado de las montañas y luego una peligrosa caminata hacia el norte.

Los que quedaban lo hacían por juramento y deber. El hecho de que tuvieran poca esperanza nunca fue un pensamiento o una pregunta, pues en verdad nunca la tuvieron. Todos reconocían que retomar Caracocho Picos era una tonta esperanza, una apuesta desesperada. Difícil o fácil, posible o imposible, no eran preguntas que los enanos se hubieran hecho.

Lo que era correcto por sus juramentos y ancestros era lo que había que hacer, y no había ninguna segunda interpretación. Belegar mantuvo una tenue esperanza. Creía que podían durar lo suficiente contra el enemigo y tenía la vana esperanza de que eventualmente los refuerzos podrían alcanzarle. Los enanos de Caracocho Picos habían estado dos veces en circunstancias similares y ambas veces habían sido salvados por la oportuna llegada de sus hermanos.

A poco más de unos kilómetros de distancia, por retorcidos pasillos subterráneos, Quick el coleccionista de cabezas preparaba el asalto final. Acababa de llegar del consejo de guerra y ahora el gran señor de la guerra del clan Morse y garra derecha de su líder, el señor Nathwell, estaba contento de volver a pelear.