Los iniciadores de la filosofía 6g2l5g

Bienvenidos al bulevar de la filosofía, donde las ideas caminan a su propio ritmo y cada pensamiento encuentra su rincón en la ciudad. Aquí la razón se cruza con la vida cotidiana y la historia se mezcla con el presente. No hay prisa, solo un paseo entre palabras, dudas y paradojas. Así que ajusta el paso y acompáñanos en este recorrido filosófico.

En los episodios anteriores hemos visto como los griegos comenzaron a explicar el mundo no a través de relatos míticos, sino a través del logos, la razón. Hablamos de la necesidad como fundamento del orden del universo, de la esencia como lo permanente en las cosas, y de la physis, la naturaleza, como ese principio dinámico que hace que las cosas sean y que además se muevan. Ahora abrimos una nueva etapa en este viaje, los modelos griegos de explicación de la naturaleza. Un recorrido fascinante por las distintas maneras en que los primeros pensadores trataron de responder a una pregunta radical y universal. ¿De qué está hecho el mundo y cómo funciona? Hoy empezamos por el principio, nunca mejor dicho, por los milesios, esos pensadores de Jhonia que buscaron en el agua, el aire o lo indeterminado el origen de todo.

Y justo después viajaremos a la escuela pitagórica, ese grupo extraño y genial que creyó que el universo podía explicarse con números. Un cosmos armonioso regido por proporciones matemáticas donde todo, desde los astros hasta la ética, obedece a una lógica numérica. En el próximo episodio nos iremos al otro extremo del pensamiento, Heráclito con su fuego eterno y su defensa del cambio como ley suprema, y después Parménides que lo contradecía frontalmente al afirmar que el cambio no es real, que solo el ser es y lo demás es ilusión.

Más adelante en un nuevo episodio exploraremos como pensadores como Anaxagoras, Empédocles o Demócrito intentaron reconciliar cambio y permanencia, multiplicidad y unidad, introduciendo principios como las semillas, el amor y el odio o los átomos. Y finalmente cerraremos esta serie con Platón y Aristóteles que, en cierto modo, condensan y reformulan toda esta tradición, ofreciendo modelos más complejos, más sistemáticos y también más influyentes. Pero no adelantemos acontecimientos. Empecemos por los Milesios, Portales, Anaximandro y Anaxímenes. Y luego, sí, nos sumergiremos en el universo numérico de los Pitagóricos, porque quizá, solo quizá, entender el mundo sea también cuestión de medida, proporción y armonía.

Empecemos por Mileto, Ciudad Jonia al borde del Mar Egeo, lugar de comercio, de encuentro de culturas, de navegación y astronomía. Allí, en la segunda mitad del siglo VII a.C. nació Tales, considerado tradicionalmente el primer filósofo. Tales fue muchas cosas, matemático, ingeniero, astrónomo, predijo un eclipse lo cual ya le dio fama de mago en su época, pero sobre todo fue el primero en hacerse la gran pregunta del pensamiento racional. ¿Cuál es el principio de todo lo que existe? ¿Qué es aquello de lo que todo procede, en lo que todo consiste y a lo que todo retorna? Su respuesta fue clara y sorprendente. El agua.

Todo, afirmaba Tales, está hecho de agua. El agua es el principio, arge, del universo.

Y uno puede pensar, ¿cómo va a ser el agua el principio de todo? Pero hay que entender el gesto. No se trata de acertar una respuesta química, sino de buscar un elemento común, permanente, observable, cambiante y necesario para la vida.

Y el agua cumple todas esas condiciones. Es líquida, pero también puede ser hidrógena.