Misterio 51 El Yo Digital, Judas el Iscariote con Oscar Fábrega, Historia, Mitos y Leyendas 666f40

Buenos días, buenas tardes y muy buenas noches. Bienvenidos a Misterio 51.

¿Cómo estáis? ¿Cómo ha ido vuestra semana? Como siempre, espero que estupendamente, que todo sea maravilloso.

Y si no es así, seguimos camino.

Y para continuar ese camino, regresa una semana más Misterio 51 para pasar un par de horas, un poquito más, de entretenimiento.

Aprendiendo, como siempre, cositas muy interesantes que traen maneras de entender las cosas.

Veréis que entretenido va a ser el programa de esta semana.

Como siempre, algo de historia, alguna leyenda, una entrevista muy especial con Óscar Fábrega sobre su último libro, Judas el escariote.

Religión.

¿Quién era este personaje? ¿Era lo que nos habían dicho? ¿Es algo parecido a lo que las películas nos enseñan? Inteligencia artificial también.

Noticias, anécdotas, cosas que van a cambiar el mundo.

Lo dicho. Bienvenidos, hermosos.

Hoy vamos a arrancar con un tema que late en cada selfie, en cada filtro y en cada me gusta que desempolva la autoestima.

La imagen que ofrecemos al mundo y la que ocultamos tras un archivo digital.

¿Quién no ha deslizado el dedo para alisar la piel, agrandar la mirada o estrechar la quijada antes de pulsar publicar? Lo que empezó como un juego inofensivo ha ido germinando en una epidemia de dismorfia Snapchat.

Un trastorno dismórfico corporal potenciado por la obsesión de coincidir en espejo y pantalla.

Si recordáis, no hace mucho, durante la pandemia, el smartphone se convirtió en nuestra ventana única al resto del planeta.

Mientras el mundo exterior se paralizaba, descubrimos la economía de la comparecencia digital.

Una fábrica de sonrisas controladas, poses estudiadas y filtros que prometían perfección eterna.

En España, casi el 90% de los jóvenes son s activos de redes sociales y más de la mitad relaciona la exposición a contenidos cuidadosamente editados con síntomas de ansiedad y depresión.

Esa presión de si no brillas en Instagram no existes ha convertido a muchos en arqueólogos de sus propias imperfecciones, excavando granos, arrugas y cicatrices solo para luego borrarlas con un fluido digital.

Pero, claro está, antes de culpar únicamente al algoritmo, bajemos la lupa hasta el año 1920, cuando las portadas de Vogue y los anuncios de Max Factor nos vendían el sueño de la belleza a base de pintalabios y polvos translúcidos.

Airbrushing y retoques con aerógrafo de fotografías.

Esa corriente suave de pintura para alisar la piel.

Fueron filtros analógicos de la época, ¿cierto? Creando cánones de belleza irreales que generaciones enteras trataron de imitar con corsés, diademas y encaje.