OLAS ASESINAS: Las Paredes de Agua que Devoran Barcos 374l3y

DÍAS EXTRAÑOS CON SANTIAGO CAMACHO El petrolero Munich era el orgullo de la marina mercante alemana. Medía como dos campos de fútbol y medio, y era considerado como insumergible. Por eso, en su 62 viaje, cuando se encontró con un fuerte temporal en el Atlántico Norte, pues nadie se preocupó a fin de cuentas, el barco estaba construido para afrontar condiciones como esa.

Sin embargo, durante la madrugada del 13 de diciembre de 1978, se comenzaron a recibir llamadas de S.O.S. por parte del buque, y a la mañana siguiente, cuando se enviaron más de 100 buques y 16 aviones en su búsqueda, no se encontró absolutamente nada más allá de unos pocos chalecos salvavidas y un bote, que parecía haber sido arrancado de cuajo de su soporte en el barco a más de 20 metros sobre la superficie. Uno de los secretos mejor guardados del sector del transporte marítimo es que prácticamente cada semana se pierde algún carguero, algunos atacados por piratas, otros bombardeados en zonas de conflicto por actuar de forma sospechosa, desplazamientos de carga, y otros simplemente desaparecen de forma inexplicable.

Y entre estos últimos hay un fenómeno que también conocen bien los marineros y del que se habla poco, las olas gigantes. Hasta Colón, en su tercer viaje en 1498, sufrió una de estas olas más altas que el mástil del barco y de la que salió milagrosamente ileso. Así que sí, el océano es el lugar de trabajo más peligroso del mundo. Más de 2.000 marinos pierden la vida en él cada año. Y estamos hablando de buques grandes, cargueros, petroleros, no incluimos barcos más pequeños o embarcaciones de pesca. ¿Por qué no oímos hablar de estas cosas? Bueno, pues porque los puertos están alejados de las ciudades y la mayor parte de los marinos son filipinos, romanos, polacos, hindúes.

Y parece que esto no consigue despertar la sensibilidad de los medios de comunicación. Que eso sí, cuando pasa cualquier cosa en un avión, se pasan días, cuando no, semanas informando sobre el asunto. Si pensáis que un tsunami es aterrador, tenéis que pensar en estas olas gigantes a las que me refiero. Porque los tsunamis sí, son terroríficos, son destructivos, pero son explicables y hasta cierto punto, si se detecta el terremoto, predecibles. Pero con estas olas gigantes no sucede lo mismo. No se sabe por qué surgen, ni cuándo van a surgir, y pueden echar a pique en un momento al mayor barco del mundo.

Tienes un gigantesco trasatlántico lleno de alegres viajeros, aparece la ola de 20, de 30, de 40 metros y al minuto siguiente lo único que hay sobre la superficie del agua son unos cuantos salvavidas. En 1978, cuando ocurrió el desastre del Múnich, pues la ciencia no consideraba posible la existencia de este tipo de olas. Los relatos se catalogaban como invenciones de los marineros, mitos del mar. Además, se daba la desafortunada circunstancia de que la mayor parte de los testigos del fenómeno no habían sobrevivido. Para contarlo. Pero había a lo largo de la historia muchísimos testimonios que sin embargo no existían.