El placer de lo.viejuno 14541

Viajo en moto. Un podcast de viajes, de aventura, de lugares lejanos o no tanto, y de grandes viajeros o no tan grandes. Hola estimada chavalería, aquí comienza Viajo en moto, el programa de los viajes en moto. Con Roberto Naveiras. Con Traged Geisha en Asturias, en el norte de la península ibérica. Hablamos de viajes en moto, viajes en camión, viajes en furgoneta y mil cosas más. Viajoenmoto.com. Y hola a todo el mundo, saludos cordiales desde Murcia. Aquí tengo la unidad móvil estos días. Esto es Viajo en moto, el podcast más nómada que parió madre. Al menos estos días. Yo soy Roberto Naveiras, al menos estos días. Motorista, archivandrita en esta casa y protomártir en Aruba. La semana pasada anduve por las Rías Baixas de Ruta, terreno conocido y sujeto desde hace años a cambios que asustan.

Pronto no nos va a quedar ni un solar libre para poner otro hotel, otro hostal o un nuevo edificio de apartamentos. Sanxenxo, Portonobo, Conbarro o Orobe. Venga turismo y venga hoteles. Como dicen por ahí, venga madrileños. Es broma, ¿eh? Claro que yo también era turista allí, o sea que nada que decir. Por mucho que viajes en moto, pues no puedo protestar. Turista sin más. Pero me sorprendió el cambio enorme de los últimos años, especialmente en Sanxenxo, que se parece más a un parque temático. Como pueda, este año vuelvo a la concentración en septiembre para rematar. Antes era el primer fin de semana de septiembre, ahora creo que es el segundo. Desde que era un crío, no voy por ahí. Dios, qué bien lo pasábamos.

Recuerdo además que íbamos incluso sin casco y un poco pilipis. Bueno, en fin. En Orobe se celebraba a Feira de Primavera. La Feria de Primavera, una quedada de vespas y lambretas que coincidía, o era todo junto, no estoy seguro. Había muchas cosas vintage ahí en la feria y trastos viejos en los que gastar el dinero. Me compré una camisa de palmeras de segunda mano, que luego descubrí que tenía un agujero. Me imagino que sería un quemazo o un cigarrillo, que es venido a más. Bueno, me quedaba bien. Me hacía tipín. Y por cierto, en uno de esos pueblos arousanos, cerca de Orobe, me encontré con mi novia del instituto. Menuda sorpresa para los dos, porque ambos estábamos lejos de casa. Unos, yo creo que 30 o 35 años habían pasado desde la última vez que nos vimos.

Pero qué sé yo, en aquel abrazo cabían todos los inviernos de entonces. Éramos dos chavales de 19 años cuando nos despedimos, y de golpe estábamos ahí, dos adultos, con la vida a cuestas, pero con la misma mirada de entonces, o al menos eso me parecía. No fue un regreso al pasado, claro que no. Fue como, no sé, como encender una radio antigua y descubrir que todavía funciona. Y este encuentro me llevó a tiempos pasados, me llevó a tiempos pretéritos, como si no tuviera ya bastante con lo mío, coñi. Recordé la fábrica de mi abuelo. Sí, mi abuelo tenía una fábrica, quizá os haya hablado ya de ella algunas veces. Una fábrica de las de antes, con suelo de virutas de madera y serrín, con el aire denso del trabajo y olor a madera de arce. Las máquinas eran enormes, eso me parecía, y ruidosas.