Ruta del silencio 6w5h5o

Escucha el susurro de la naturaleza. Todo lo demás ha dejado de importar.

Hay rincones del mundo que no se encuentran, se cruzan en tu camino.

En el corazón de la sierra de Guara, escondido en la grieta profunda de un barranco, late un lugar donde las montañas han sido testigos de siglos de historia y de leyendas.

Un lugar al que no se llega por casualidad.

Donde las paredes de roca han visto pasar pastores, peregrinos y eremitas.

Donde se funde naturaleza y fe.

Nos adentramos en el alma de la sierra de Guara, en busca de un edificio suspendido en el tiempo, monumental, donde el rumor del agua parece susurrar leyendas antiguas.

Un rincón escondido de la comarca de la Hoya de Huesca, el santuario rupestre de San Martín de la Baldonsera, ruta del silencio.

Hay caminos que se graban en la memoria.

En pleno corazón de la sierra de Guara, escondido entre barrancos y acantilados, nos espera uno de esos lugares que no se olvidan.

La ruta del silencio.

El camino comienza junto al barranco de San Martín, cerca de San Julián de Banzo.

Una pista de tierra nos conduce hacia el interior del parque natural de la sierra y los cañones de Guara.

Tras un breve descenso, el sendero se adentra en el cauce del barranco.

El murmullo del agua y el eco de nuestros pasos nos guían entre paredes de rocas que se estrechan hasta formar un cañón retorcido, oculto a los ojos del mundo.

Un lugar que sólo se revela a quienes se atreven a recorrerlo.

Dejamos atrás la ruta principal y tomamos la Senda de los Burros, que asciende entre un bosque espeso hasta alcanzar el collado de San Salvador.

Desde allí, el sendero desciende de nuevo, abriéndose paso hasta reencontrarse con el barranco.

El cauce nos acompaña hasta que aparece ante nosotros la recóndita ermita de San Martín de la Baldonsera.

Este itinerario no es sólo un sendero.

Es una experiencia que exige silencio y pausa.

Una travesía que obliga a bajar el ritmo para descubrir, en lo más profundo del desfiladero, un santuario imposible, excavado en la roca, donde aguarda la imagen del santo.

Así describe el geólogo, guía turístico y educador ambiental Diego Vázquez Prada la primera impresión de quienes transitan por esta ruta.

El monasterio de San Martín de la Baldonsera, dentro de la Ruta del Silencio, es un lugar que cuando llevo a gente o cuando los cuello por primera vez, es que a todo el mundo le sorprende tanto.

Sobre todo es esta sensación de que uno va caminando, primero por unos lechos de cauce entre paredones, como pequeños acantilados, va subiendo la montaña.

Hay una zona también, hay dos vías, pero una de ellas va con unos pasamanos, con unas sirgas, que es de bastante dificultad.

Luego hay que bajar a un barranco, que estás como metido, después de varios kilómetros caminando al fondo de un barranco y llegas a un sitio con un edificio enorme, que tiene unas campanas, por el que, sobre todo si se va en primavera, cae una cascada de 70 metros de largo, es bastante finita porque no hay mucha agua, pero que tiene una altura inconmensurable.

Y dentro de ese monasterio hay una pequeña fuente, donde dicen que antes manaba aceite y que hay como mil leyendas sobre ella.

Bueno, es que parece imposible que hayan construido en un sitio tan remoto, tan salvaje, un lugar tan espectacular.

Y estar ahí, en la puerta de este monasterio, me parece estas sensaciones que la gente tiene que no se les va a olvidar nunca.

San Martín de Valdoncera es un lugar mágico.

Sus orígenes más remotos se atribuyen a San Úrbez, que habría vivido aquí como una coreta hacia el año 750, buscando el retiro en la soledad profunda del barranco.

Las primeras referencias documentadas se remontan al año 1075, aunque hay quien sostiene que el monasterio ya existía en tiempos visigodos.

Tuvo tal relevancia que llegó a coordinar la vida de otros pequeños santuarios de la sierra.

A mediados del siglo XII, el monasterio dejó de estar habitado por monjes y pasó a acoger una comunidad de monjas, que permaneció en el lugar hasta 1572.

Después, el silencio.