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Radioteatro María Valtorta
Capítulo 368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo.

Capítulo 368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo. 691i4j

1/5/2025 · 32:43
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Capítulo 368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo. Meditamos el Evangelio con María Valtorta Todos los derechos reservados. Está permitido –para facilitar la difusión de la obra radiofónica que aquí se presenta- su reproducción total o parcial, sin necesidad del permiso previo y por escrito del titular (aunque se agradece su notificación al propietario). [email protected] 📌Si desea colaborar con nuestro proyecto, puede hacerlo en obras de caridad a personas necesitadas dentro de su propia comunidad, ofreciendo el sacrificio como ofrenda a nuestro Señor📌 2d86c

Lee el podcast de Capítulo 368. El jueves prepascual. En Jerusalén y en el Templo.

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Capítulo 368 El jueves prepascual En Jerusalén y en el templo No veo la distribución de comida a los leprosos de Einón, de los cuales sólo oigo hablar.

No creo que se hayan producido milagros entre ellos, porque Simón Pedro dice La soledad atroz no le ha dado la gracia de creer y saber dónde está la salud.

Después, la ciudad los recibe por la puerta que introduce en el bullicioso y poblado barrio de Ofel.

Después de algunos metros, por la puerta entreabierta de una casa, aparece al improviso jubilosa Analía, que hace un acto de veneración al maestro, mientras dice Tengo permiso de mi madre para estar hasta la noche contigo, señor.

No se sentirá molesto, Samuel.

Ya no existe Samuel en mi vida, señor, y gracias sean dadas al Altísimo.

Solamente me consea que no te deje a ti, mi Dios, como me ha dejado a mí.

La boca juvenil sonríe heroicamente, mientras un brillo de llanto resplandece en sus ojos castos.

Jesús la mira fijamente y por toda respuesta le dice Únete a las discípulas.

Y reanuda el camino.

Pero la anciana madre de Analía, más anciana por los dolores que por la edad, se acerca a su vez, muy inclinada, en un saludo devotísimo y rendido, y dice La paz a ti, maestro.

¿Cuándo podría hablar contigo? Estoy muy acongojada.

Enseguida, mujer.

Y volviéndose a los que están con él, ordena Quédense aquí afuera.

Voy a entrar un momento en esta casa.

Y hace ademán de seguir a la mujer.

Pero Analía, desde el grupo de las mujeres, reclama su atención con una sola palabra dicha mientras junta las manos para decirla, como si fuera una súplica.

Maestro.

¿Cuánto hay en esa palabra? Jesús la tranquiliza diciendo No temas.

Ten paz.

Tu causa está en mis manos, y también tu secreto.

Y luego, raudo, entra por la puerta entreabierta.

Fuera, se hacen comentarios sobre estos hechos y curiosidades masculinas y femeninas compiten para saber, saber, saber.

Dentro se escucha y se llora.

Jesús escucha, apoyado de espaldas contra la puerta que ha cerrado tras sí, en cuanto ha entrado, con los brazos recogidos sobre el pecho.

Escucha a la madre de la muchacha que le habla de la volubilidad del novio, el cual habría aprovechado un pretexto para liberarse completamente del vínculo.

De forma, Nalía es como una repudiada y nunca más se casará porque ha declarado que tú no apruebas a quien después del repudio vuelve a casarse.

Pero no es así.

Ella es célibre todavía.

No se vende a otro hombre.

No se vende a otro hombre porque de ningún hombre ha sido.

Y él es culpable de crueldad y más porque le han venido ganas de otras bodas.

Pero es mi hija la que va a aparecer como culpable y el mundo la escarnecerá.

Haz algo, Señor, porque es por ti por quien sucede esto.

Por mí, mujer.

¿En qué? ¿He pecado? No, tú no has pecado.

Pero él dice que a Nalía te ama y finge estar celoso.

Ayer noche ha venido.

Ella había ido a la iglesia.

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